Solo entrar a la sala, la visión al escenario de la increíble escenografía que lo habita, ya es un presagio del que nos espera los próximos 90 minutos. Grandiosidad, fuerza, firmeza, presencia, majestuosidad, contundencia.
Nos encontramos ante una obra plástica en movimiento, de un concierto escénico, de teatro musical, de un recital dramatizado, de una mezcla de artes y disciplinas que componen una poética extasiando. Una tormenta de estímulos que nos coloca en un grado de intensidad máximo y nos atrapa, como lo hacían los versos de la poetisa que inspira la obra, de la que tan pocos nos han llegado.
¿Quién fue Safo? La figura de esta mujer que vivió en la antigua Grecia, nos es presentada con la esencia que debía de destilar. Una de estas mujeres pioneras para sus tiempos… y para los actuales. Pura pasión, deseo y sensualidad que atraviesan al espectador/a. Imágenes de una belleza impactante que se nos presentan con un ritmo justo, preciso y muy bien llevado.
Un espectáculo de colores, formas, cuerpos, notas y personajes maravillosamente encarnados por ocho mujeres que dan todo lo que tienen y lo que son desde el primer momento: Christina Rosenvinge, Irene Novoa, Juliane Heinemann, Lucía Bocanegra, Lucía Rey, María Pizarro, Natalia Huarte y Xerach Peñate.
La belleza puede ser delicada y sobrecogedora, puede ser de color de rosa y negro azabache, la poesía puede ser tierna y agitadora, dulce y penetrante. En esta propuesta lo tenemos todo. Safo es un desequilibrio con una armonía absoluta.