Hay obras en las que cabe toda la sociología de un periodo. En cinco horas puede llegar a caber toda una vida, máxime si se trata de la vida de una mujer casada, en provincias, en los años sesenta del siglo pasado. Esta mujer, Carmen, narra con criterio episódico y reduccionista lo que le ha acontecido hasta su imprevisto tránsito a la viudedad. Todo se ha escrito ya sobre este icono de la literatura española, su adaptación desde la novela a los escenarios, su identificación con la actriz por la que el tiempo parece no pasar, el reflejo de la vida femenina tras los visillos de los hogares biempensantes, que disimulan con silencios lo que a gritos sus deseos, insatisfechos, recluyen en el ámbito carcelario de lo privado.
En este montaje, respetuoso con el recuerdo de toda una generación, se mantienen la escenografía, el reparto, el texto y lo todo lo previsible para un público que se acerca con más o menos morbo y prevención a este espectáculo. Se dicen verdades íntimas y dolorosas; se admiten incomunicación y frustración, a pesar de una censura de cuya ferocidad nos han convencido históricamente. En un recinto necesariamente reducido se desarrolla este ajuste de cuentas en el que al final la supuesta víctima puede no ser tan inocente como se imaginaba, siempre desde la visión contemporánea. Continuar leyendo en TRAGYCOM