Los lectores me perdonarán que mi conocimiento sobre danza sea mucho más limitado que sobre teatro, pero así esta es una recomendación más desde el corazón (que es a donde se dirige la danza) y menos desde la cabeza.
Se abre el telón y suenan las primeras notas de la 9º Sinfonía de Schubert «La Grande» (que suenan en mi spotify mientras escribo esto). Es una música triunfal para una danza triunfal. Entran cuatro bailarines a disfrutar con la belleza de esta pieza y ejecutan arabesques, grand jetés, y demás términos franceses, con gran precisión, belleza y sobre todo, disfrute. No hay nada más hermoso que ver bailarines que están metidos dentro de la coreografía, que la sienten y se meten dentro. Esta primera parte fue un dechado de alegría y colorido, un fantástico modo de empezar a disfrutar con Forsythe.
La segunda parte: «Artifact Suite», que a su vez tenía dos partes, fueron una de cal y otra de arena. La primera parte (2.1) con música de Bach se hace un poco más lenta, pero aquí ves la genialidad de las coreografías de Forsythe que empieza a mezclar algo más clásico con cosas puramente contemporáneas. Me descolocaba esa decisión de subir y bajar el telón cada dos por tres. La parte 2.2 con música a piano me pareció lo más maravilloso de toda la Noche con Forsythe, una pieza sencilla y movida, que no me dejaba apartar la vista. Todo eran movimientos alegres, coordinados, divertidos. Una auténtica delicia para los sentidos.
Finalmente, la última y más contemporánea parte: «Enemy in the Figure», a pesar de tener una música no muy atractiva, la coreografía era impecable, buena, bien hecha. Aquí Forsythe nos demostró su genio contemporáneo y un gran acierto en el uso de la luz que le da un toque onírico, como si fuese una pesadilla, donde se juega con grandes sombras de los bailarines proyectadas en la gran pared del Real.
La CND nos demuestra su genio coreográfico y la versatilidad que tienen dominando tanto el clásico como el contemporáneo. MÁS DANZA EN LOS TEATROS, POR FAVOR.