Fieles a su estilo, a su buen hacer y a su teatro de calidad, Ron Lalá nos brinda la oportunidad de disfrutar de su nueva creación, ésta con un punto más de culto al teatro que las anteriores, entrelazado entre los toques más populares, para crear un espectáculo con el que divertirse a la vez que se disfruta del buen teatro, de la música y del punto ácido característico de la compañía.
«Señores espectadores: quedan detenidos». La aventura distópica de Ron Lalá nos lleva al año 2037, momento en el que las máquinas y la tecnología lo dominan todo y las artes han quedado totalmente prohibidas. La Agencia Anti Arte (AAA) es la encargada de perseguir y acabar con quienes, en la clandestinidad, cultivan cualquier tipo de arte, y en estas aparece el cadáver del Teatro, que aparentemente se ha suicidado… Algo que no le queda nada claro al detective Noir, ex adicto a la poesía reinsertado, quien intentará resolver el crimen a través de las pistas que va encontrando, que le llevan a diferentes flashbacks recorriendo las diversas etapas de la historia del Teatro.
Con este argumento, es fácil entender que la obra es una gozada para los amantes del arte en general y del teatro en particular. Si a esto le sumamos la calidad y aptitudes de la compañía, el resultado es para disfrutar de lo lindo.
Un espectáculo ameno, divertido, donde los cinco actorazos se mueven por los diferentes personajes con soltura y con una dicción impecable, -mención especial al personaje del Teatro y su trabajo de cuerpo-; mezclando con maestría textos propios del Siglo de Oro con la narrativa de una historia de suspense y crimen; a la que se añade una componente musical de altísima calidad, con banda en directo (formada por ellos mismos); juegos de luces y sombras, y un decorado que te transporta al centro de una novela negra. Punto positivo también para los momentos reivindicativos de la obra, que a los que ya estamos acostumbrados las que de alguna manera nos encontramos dentro del mundo del teatro, destaco el momento feminista, gracias chicos por ese punto tan necesario.
El teatro, gracias a compañías como Ron Lalá, no está muerto, no, ¡está muy vivo!