¿Quién no ha dicho alguna vez una mentira? ¿Quién no ha querido aparentar ser alguien que es imposible ser, para conseguir algo? ¿Quién no se ha puesto una careta para poder hacer aquello que tanto anhelaba, pero que está al margen de las reglas? Todos, alguna vez, nos hemos dejado llevar por nuestras convicciones, escondiendo detrás de una mentira quien realmente somos. Pues todo esto es lo que, en su momento, propuso Oscar Wilde en esta maravillosa obra crítica con tono humorístico de la sociedad victoriana.
La propuesta de David Selvas, presume de elementos incorporados, lejos de la versión original de Wilde. Un jefe que tiene un ciervo disecado dará el disparo de salida a una puesta en escena espléndida y con los instrumentos necesarios para amenizar las, casi, dos horas de texto. Este pequeño detalle que después pasa desapercibido durante el resto de la obra es un elemento extra para situar al público en un salón de una casa acomodada. Uno de los recursos más fáciles y hábiles para representar el mundo rural siempre ha sido la vegetación, aquello que pertenece al campo, y es por eso que Selvas decora todo el comedor con plantas amazónicas para transportarnos de escenario y cambiar la visión del espectador a una familia apartada de la ciudad. La luz, de color verde, en ciertos momentos ayuda a cerrar el círculo de una puesta en escena directa. Como ya es habitual en las creaciones de David Selvas. Y para evitar que el público acabe cediendo dentro del mundo del aburrimiento, propone un ritmo enérgico del texto donde no hay tiempo para las distracciones y los cambios de espacio escénico se realizan de forma dinámica y ágil para mantener el público atento.
Un propuesta que anda entre el teatro de texto y el musical y es que ésta es la magia de los clásicos, todo el mundo conoce el texto, todo el mundo sabe cómo acabará, pero nadie sabe cómo representarán la versión en escena. En este caso, la productora La Brutal vuelve a hacer un trabajo admirable poniendo las medidas exactas de cada ingrediente para que la ensalada de egos e intereses quede a punto para ser degustada.