Hacía muchos, muchos, pero muchos años que no acudía a presenciar un espectáculo circense.
Es inevitable para el espectador de cierta edad sentir una nostálgica regresión a su infancia cuando se encuentra con este tipo de arte en directo. El olor de las palomitas del Price también ayuda, todo hay que decirlo, así que, ya que estamos metidos en situación, ¿por qué no? Nos compramos una ración y nos acomodamos en la butaca para disfrutar del circo del siglo XXI.
Todo comienza dividiendo al público en dos bandos, azules y rojos, como si se tratara de dos aficiones rivales en un estadio. A partir de ahí se desarrollan unos espectaculares números con un hilo conductor que nos habla del amor prohibido, al más puro estilo Romeo y Julieta, entre dos personas que pertenecen a equipos enfrentados y con un más que evidente odio entre ellos.
Malabares, acrobacias, bellísimas coreografías con aros, diábolos y por supuesto, el clásico trapecio, nos atrapan desde el primer minuto y nos dejan con la boca abierta de asombro como si fuera la primera vez que vemos algo así. Es una maravilla ver la fluidez de movimientos en ejercicios de gran dificultad y riesgo, haciendo que casi parezca fácil a nuestros ojos.
Al final la historia que nos cuenta Les 7 doigts de la main es lo de menos. Es un simple envoltorio que amalgama una actuación tras otra, pero lo cierto es que, cuando juntas todo, se logra un momento mágico que se mantendrá mucho tiempo en la memoria.
Y como es un espectáculo para todos los públicos, ¿quién sabe? quizá dentro de 40 años alguno de los pequeños espectadores que vieron Duel Reality en el Price, sientan también esta nostalgia cuando les llegue el olor de unas palomitas recién hechas.