El encanto de una hora, dirigida por Carlos Tuñón, ocupó la sala pequeña del Español a modo de espejo de la especie humana y sus vicisitudes. El texto, de Jacinto Benavente, calcó muchas de las problemáticas que se presentan en nuestro camino existencial. El espacio, una fiesta decadente donde todo y nada ocurría a la vez, invitaba a la acción mientras ésta se demoraba entre silencios.
Este montaje nos invita a reflexionar sobre la desesperación y la necesidad imperiosa de ese “algo más” que nos persigue a la mayoría. La incomodidad del estar presente, la sed desmesurada por todo lo nuevo, lo desconocido, lo que llena ese supuesto vacío que nos habita en el ser.