Igual que dicen que la gente no cambia, sería dramático pensar que una obra negra y oscura en algún momento pueda revertir su naturaleza para volver a recuperar su luz y color. Considerando esto, el estreno de lo último de Alfredo Sanzol y Juan Mayorga, El Golem, ha venido cargado (a partes iguales) de expectación y rechazo por calibrar mal la excelencia literaria y dramática, con un mensaje real que cale en el público. Tímidos aplausos y un ambiente de fondo casi apocalíptico, agotador, degradante, una atmósfera obtusa, manoseada y sufrida por una brillante Vicky Luego que, de refilón, consigue equilibrar (algo) la debacle de esta propuesta dura e inaccesible.
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