Soy amante del humor grueso ¡qué le voy a hacer! Y me encanta cuando me cuelan chascarrillos, guiños y coñas en cualquier situación, así que El Jovencito Frankenstein es sin duda alguna mi espectáculo. Mezclar el humor de Mel Brooks con el de Esteve Ferrer es como fabricar un cóctel molotov, cuando menos te lo esperas ¡Zas! Te lanzan un bombazo en forma de gag que te hace estallar en carcajadas.
Reconozco que pocas veces he estado tan relajado en una butaca como viendo este espectáculo donde todo funciona como un reloj. No verle las costuras a un montaje es muy de agradecer, y si se le ven, estaba tan entretenido que ni me fijé.
¡Qué jugo tan estupendo le saca el elenco a la parodia! Del primero al último, desde los titulares al último miembro del emsable; la función tiene un ritmo endiablado, pasa en un suspiro, es como subirte a una atracción de feria llena de subidas, caídas vertiginosas, loopings… Al terminar, lo que más te apetece es pedir que te den otra vuelta.
Cada número es un disfrute, me encanta descubrir las referencias a otros musicales. La puesta en escena es divertida, espectacular y muy sorprendente. Tan solo le pongo un par de “peros”: El primero es que no sé si hacen falta todas esas referencias a la actualidad calzadas en el libreto, creo que con el pulido que le han hecho al original, sacándole toda la naftalina que tiene, ya era más que suficiente para poner en escena una buena versión, pero bueno, la propuesta es esta, es el sello de la casa; y el segundo es que me dio la sensación que la resolución está algo precipitada para acabar de redondear el resultado final, imagino que así será el original estrenado en Broadway.
Si con La Familia Addams ya nos lo pasamos bien, con El Jovencito Frankenstein ese disfrute se ha multiplicado exponencialmente. Ya estoy deseando ver qué nueva gamberrada escénica se le ocurre a Ferrer.