Daniel Veronese propone una escenografía blanca impoluta, minimalista y simbolista. Un ciclorama, un linóleo, dos sillas y una mesa. Todo blanco. Y otra mesita con vasos y jarras de cristal; y con tazas y un termo, esto negro. Solo hay dos actores en escena, que se quitan las chanclas al pisar el linóleo y quedan descalzos. Visten vaqueros y camiseta básica negra. Sobre la mesa, un timbre y el texto, el libreto que los actores dicen. Veronese no necesita nada más para traer a escena el repulsivo universo que propone David Foster Wallace.
Porque sí, en ese espacio impoluto, dos actores (dos bestias escénicas, para ser exactos: Marcelo Subiotto y Luis Ziembrowski) dialogan y, sin más cambios que el sonido de ese timbre, un sutil juego de luces y un nuevo nombre en la proyección, ellos juegan. Juegan a ser mujeres u hombres en cada una de las ocho escenas que componen el espectáculo. Solo eso. No importa su edad. No importa dónde están. Lo que importa es lo que se dicen. O, mejor, lo que ellos dicen. Ellos. Sobre todo, ellos cuando hacen de hombres.
En un contexto tan descontextualizado, el público asiste a violencias machistas y a violencias psicológicas que ejercen los hombres, casi sin darse cuenta de que están siendo machistas, violentos y tremendamente repulsivos. Es todo sutil. No hay (casi) gritos. No hay (casi) amenazas. Y no hace falta. El trabajo de los actores es tremendamente preciso. Y lo que provocan, tremendamente repulsivo.
Ver situaciones tan desagradables contadas con tanta sutileza, bajo tanta luz y con tan pocos elementos consigue que nos demos cuenta de cómo el machismo está ahí. En todas partes. Se cuela de manera sibilina en nosotros y es difícil darnos cuenta de lo que sufrimos (o ejercemos). Solo cuando lo que se dice es realmente repulsivo, el espectador consigue retorcerse. Y reírse con un humor ácido, desagradable. Divertidísimo.
Encuentros breves con hombres repulsivos es un espectáculo inteligente. No necesita nada para contarlo todo. Con pocos elementos, pero, eso sí, mucho talento, desborda inteligencia, ironía y mucha violencia.