Es probable que el público al que no le gusta el teatro de Joel Joan (o el mismo Joel Joan, de hecho) sea un público que el actor y director, a estas alturas de su trayectoria, ya no conseguirá convencer nunca artísticamente. Será un público, sin embargo, que, por prejuicios o antipatías, se perderá el placer de reírse con las propuestas de una de las figuras locales catalanas que mejor ejecuta los mecanismos narrativos de la comedia contemporánea y que con más habilidad ha asumido la tradición humorística norteamericana. Como la mayoría de las obras escritas por Joel Joan (con Jordi Sánchez o, en este, Hèctor Claramunt), Escape Room es una pieza que utiliza los recursos formales de la sitcom televisiva para, a través de sus enredos y personajes, hablarnos de crisis personales, de las amistades y del mundo de la pareja. Con una historia con mucha menos profundidad que Kràmpack o Excusas, esta obra, en cambio, muestra una gran valentía a la hora de hacer bromas con temas actuales tan delicados como el independentismo, el lenguaje inclusivo o símbolos ideológicos como los llazos amarillos o las banderas. Más allá de ser, efectivamente, muy divertida, resulta muy inteligente por parte de Joel Joan, una vez más, utilizar su imagen pública como parte de una sátira desenfadada que, finalmente, nos autoparodia a todos. La novedad, en este caso, es la mezcla con géneros como el thriller o el terror que abocan la entretenida estructura a un final tramposo que, quizás, se podía haber resuelto de una manera menos forzada. En cualquier caso, resulta fresco y gratificante poder reír con ligereza de toda una serie de cosas que llevan un tiempo formando parte de nuestra vida diaria a pesar de que nadie, por cuestiones de crispación política, se ha atrevido, hasta ahora, a poner de forma tan simpática encima de un escenario.
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