Nunca he tenido el gusto, por ahora, de tener la experiencia de sentir la adrenalina que debe producirse al hacer un escape room. Curiosamente pienso que este nuevo fenómeno podría acabar convirtiéndose en la competencia más directa del teatro, y Joel Joan y Hèctor Claramunt han hecho todo lo contrario, aprovechar esta similitud y llevar la adrenalina del escape room a una sala de teatro, donde aunque los espectadores no seamos los protagonistas, nos sentimos parte.
Una comedia divertida, inteligente y sorprendentemente actual donde lo que más destaca y le aporta valor es el sello Joel Joan, y es que eso es lo que sentí, un revival de los agradables momentos que pasaba de pequeña con Plats Bruts.
Nos presentan unos personajes que, aunque un poco estereotipados, responden bien a la identificación del público y sobre todo, a la conexión con el humor que tanta falta hace en la situación catalana.
La hora de la tensión es emocionante y se pasa un rato agradable. Pero no sólo encontramos risas, sino también una pequeña reflexión sobre la mentira y las etiquetas que tan necesarias nos resultan, pero tan poco reales son, ya que las personas somos mucho más que un estereotipo.