El tándem Jordi Galceran y Sergi Belbel está más que confirmado que funciona. El método Grönholm, El crédito y Palabras encadenadas son algunos ejemplos.
FitzRoy es el quinto espectáculo en el que trabajan juntos, y ya os digo sin temor a equivocarme que volverá a ser, sin ningún tipo de duda, uno de los éxitos teatrales de esta temporada.
También se tiene que decir que, además de ser un texto que funciona muy bien, el hecho de rodearse de un buen equipo de profesionales es una de las claves de su éxito. Sergi Belbel en la dirección, sus colaboradores habituales: Max Glaenzel en la escenografía, Jordi Bonet al sonido y Kiko Planas en la iluminación, y cuatro grandes actrices.
Como novedad, decir que esta obra está protagonizada e interpretada solo por mujeres. A pesar de que se tiene que decir que hay un personaje masculino (que no sale en escena), al que le pone voz el actor Jordi Boixaderas.
Un reparto de lujo. Solo deciros que las cuatro son grandes actrices, son muy versátiles en el ámbito interpretativo y que ninguna destaca por encima de la otra.
En FitzRoy, Galceran juega con las armas más clásicas del teatro: unidad de tiempo, de espacio y de acción. Todo transcurre en un solo acto y en un mismo espacio. Una única escena donde las cuatro protagonistas son en el escenario. La duración del espectáculo coincide con la temporalidad de la historia.
FitzRoy es una obra llena de detalles donde se mezcla realidad y ficción. Galceran se documentó a fondo sobre el mundo de la escalada: argot, material, procedimientos típicos, vestuario… De hecho, el vestuario y material empleado son reales. Habló con algunos profesionales y expertos en escalada para crear unos personajes del todo creíbles. Y buscó lugares y paisajes naturales reales donde situar su historia.
También repite algunas de las fórmulas utilizadas en algunos de sus anteriores espectáculos, como frases ingeniosas, giros inesperados e historias llenas de sorpresas. Si en Palabras encadenadas había el juego de las palabras encadenadas en FitzRoy hay el juego de la frase maldita. Otra coincidencia es que tanto en el Método Grönholm como en FitzRoy los personajes son cuatro y toda la acción transcurre en un espacio cerrado.
FitzRoy es una obra que nos da risa y emociona. Los diálogos son ágiles, ácidos y ingeniosos. Es una historia tierna, conmovedora y divertida que habla de superación, de empoderamiento femenino, de solidaridad, de valentía, coraje y astucia.
A pesar de que han pasado diez años de su último éxito, el público, fiel a sus proyectos, llenamos el teatro a tope. Mis expectativas se cumplieron con creces. Cuando al final se entendieron las luces de la sala, el público, todos de pie, aplaudimos durante un buen rato. Gritos de euforia, como hacía tiempo que no escuchaba en un teatro.
No os la podéis perder. Estoy muy segura de que disfrutaréis mucho.