Goyo Jiménez es ese hijo que siempre llega a casa del colegio con Matrícula de Honor y un día ves con sorpresa que en una asignatura tiene SOLAMENTE un Sobresaliente. Esa asignatura digo yo que probablemente sería Matemáticas, porque el Inglés lo domina (debe ser por haber vivido tantas aventuras surrealistas en la América de la que tanto ha hablado), de Filosofía va sobrado (sus espectáculos siempre tienen un punto de reflexión en medio de toda la marabunta de risas que provoca) y la Educación Física la lleva mucho mejor de lo que cabría esperar (esto no tiene que ver con su talento, pero olé por lo bien que le quedan los pantalones apretados a este señor).
El caso es que tu hijo llega de casa y en Matemáticas ha sacado SOLAMENTE un Sobresaliente. Tú sabes que es el mejor estudiante de su clase, que es aplicado y trabajador, que tiene soltura de sobra y que, no nos engañemos, todos sus compañeros matarían por tener un Sobresaliente en Matemáticas. Pero claro, ¡es que tu hijo siempre saca Matrícula de Honor EN TODO! ¿Qué le habrá pasado?
Pues así me sentí yo después de ver Misery Class. He visto todos sus espectáculos y siempre ha sido una carcajada continua que me ha dejado agujetas al día siguiente. En esta ocasión disfruté muchísimo, me reí abundantemente y no pude evitar tener una sonrisa tatuada en la cara durante toda la hora y cuarenta que dura el show. Pero era un Sobresaliente, y mi Goyo siempre ha sido de Matrícula de Honor. Hay que decir que era el estreno. Un texto nuevo, con una temática diferente a la que suele presentar y con la que ya nos tiene más que conquistados. Un trabajo con el público constante, mucho más del que le he visto nunca (recuerdo con nostalgia los días gloriosos donde el protagonista era el artista, llamadme loca) y todo esto en una apuesta a todo o nada. Porque los cómicos de a pie normalmente prueban sus textos en bloques en los micrófonos abiertos y de ahí van puliendo los chistes para tener mejores resultados. No sé cómo lo hace este hombre. Lo mismo junta a sus amigos en el salón de su casa y les va presentando chistes para ver cómo los reciben (Si estás leyendo esto, Goyo, por favor, invítame al próximo focus group, que hace mucho tiempo que quiero ser tu amiga). Pero os aseguro que nunca he tenido la suerte de encontrármelo probando texto en ninguno de los lugares de comedia a los que voy, que son muchos. ¿Cómo tantea él si los chistes le van a entrar, si la nueva temática va a funcionar, si su apuesta le va a salir bien?
Lo que os quiero decir con todo esto es que es muy injusto ser Goyo Jiménez. Porque nos tiene acostumbrados a un nivel de excelencia por encima de la media y, a nada que tenga un día malo, siempre se te queda ese sabor de boca de que esperabas la Matrícula de Honor y no el Sobresaliente. Dicho esto, recomiendo AMPLIAMENTE ir a ver Misery Class y a Goyo Jiménez, haga lo que haga. Porque, aunque se suba a un escenario para leerte el BOE, borracho y con chanclas y calcetines, es garantía de que no vas a poder quitarle los ojos de encima a este excelente cómico.
Y dicho esto…Gregorio, hijo mío, si estás leyendo esta crítica… mamá está muy orgullosa de tu Sobresaliente. Y ponte una rebequita, que está refrescando.