Una ilusión tiene mayor peso que varias ilusiones. El plural minimiza y devalúa. Nuestros cuatro personajes, emparejados, devalúan su historia común troceándola en relatos individuales. La idea de viaje y ficción tiñe todo, ahogando la belleza del amor idealizadamente perfecto. Se juega con la realidad; se transita por los espacios intermedios desde posiciones incompatibles. Los cuatro puntos de vista enriquecen y entorpecen el relato lineal de hechos incontestables. Nada es, una vez más, lo que parece y los pilares más sólidos tiemblan ante el maremoto de la verdad soñada, temida, deseada o presenciada, aunque ésta sea cuestionable y cuestionada por su propia naturaleza fragmentaria.
Ivan Viripaev es un autor ruso residente en Polonia, razonablemente joven, inscrito en el Nuevo Drama, desde el cual logra distanciarse del peso ideológico y social del teatro de su país natal para abordar los conflictos universales del hombre contemporáneo sin acentos locales. El tono existencialista de las preguntas permanentes está aquí, en un aparente retroceso a fuentes ya superadas en el drama de Europa occidental. Son más nuevos el lenguaje y la aproximación a la trama argumental: con espíritu clásicamente circular se van cincelando, a golpe de revés, los personajes y sus nada lineales relaciones. Desorientados ante las grandes cuestiones vitales, dan saltos en el tiempo e introducen al espectador en su intimidad con la insolencia y la naturalidad vergonzante de un voyeur. En ataques de solemnidad pueden llegar (pecado del autor) a sobreedulcorar la intensidad de su narración con matices melodramáticos, todo ello salvado por los actores. En el subtexto se adivinan y confirman realidades alternativas, generadoras del otro texto, que desencadenan finales y conclusiones.
Miguel del Arco, gubia dramática en ristre, talla un argumento áspero y lo convierte en algo tan suave al tacto, tan fluido … Continuar leyendo en TRAGYCOM