Jauría es una pieza documental que transcribe las declaraciones del juicio de la Manada, que hicieron tanto violadores como víctima, en noviembre de 2017. Jordi Casanovas, dramaturgo, no solo se encarga de documentar sino que realiza una labor de arquitectura en el texto logrando un resultado excelente, teniendo en cuenta que era muy fácil caer en el morbo.
La dirección corre a cargo de Miguel del Arco, que como nos tiene acostumbrados, ha sabido acompañarse de asesoras en cuestiones de feminismo, desde el punto de vista jurídico y periodístico, para dotar de más fuerza y realismo al montaje.
¡Bravo, (una vez más), por María Hervás! Vuelve a entregarse a un nuevo personaje que requiere un elevado desgaste emocional y vuelve a ponerse el listón más alto todavía cuando parecía que ya nos había enseñado todo en sus trabajos anteriores.
¡Bravo también por ellos! (Nacho Mateos, Fran Cantos, Martiño Rivas, Raúl Prieto y Álex García), asumiendo no solo el rol de agresores, sino de jueces y magistrados, con el cambio de registro que conlleva.
Sin querer desvelar muchos datos del montaje, otro de los elementos que también me cautivaron fue la resolución de la escenografía, firmada por Alessio Meloni. De manera muy, muy acertada, consigue que puedas ponerte en la piel de la chica e incluso puedas sentir casi la misma angustia que ella de una manera muy simple (sin que este adjetivo tenga ninguna connotación peyorativa, sino todo lo contrario).
Considero que esta propuesta, cuanto menos, invita al público a cuestionar los cimientos del heteropatriarcado sobre los que hemos sido educados, ya que, la función pone frente al espectador un espejo en el que mirarse, para detectar conductas que debemos desactivar.
Aún tengo intactas las emociones que me generó este caso en su día. Sentí que, como sociedad, todos habíamos sido violados. Después de ver Jauría, un nudo en mi garganta secuestró las palabras. Si algo me queda claro, es que esta propuesta es necesaria tratarla ahora, aún cuando las heridas no han cicatrizado, y, ni tan siquiera, la historia ha terminado. Es una pieza que te paraliza y bloquea, acercándote a la intimidación ambiental a la que fue sometida la víctima pero al mismo tiempo es terapéutica e incluso liberadora.
¡No dudéis en ir a verla!