El teatro como denuncia social para mejorar el mundo

Jauría

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Jauría → Nave 10 Matadero
20/04/2024
El teatro bebe de la realidad para hacer ficción o para hacer denuncia social. Y los espectadores entendemos lo que se explica porque vemos reflejados (algunos aspectos de) nuestras vidas. En Jauría la denuncia social para mejorar el mundo empieza desde el momento en que la obra quiere explicar qué pasó en los Sanfermines del 2016, cuando cinco hombres cometieron un delito continuado de vi*laci0n en grupo con trato vejatorio hacia la víctima. En 2019 el Tribunal Supremo condenó por unanimidad a los vi*lad0res a cumplir una pena de 15 años de prisión.
El relato de los hechos empieza desde que la chica, de 18 años, de Madrid, que había llegado a Pamplona con el coche de un amigo, se sienta en un banco de la plaza del Castillo para descansar, y empieza a hablar con un hombre que estaba sentado al otro extremo del banco. A partir de aquí se desarrollan los hechos, explicados en el escenario con mucha claridad, hasta llegar a un escenario intimidatorio, en que la cogen para entrar a un portal de un bloque de pisos cuando ella en ningún momento había dado consentimiento a los actos s3xuales. Después la acción continúa con los juicios y sentencias posteriores (hasta tres, la última, la del Tribunal Supremo) y detalla los trances por los que tuvo que pasar la joven.
Hasta aquí la acción, conocida mediáticamente, porque los medios de comunicación se hicieron eco del caso que ha tenido tantas consecuencias posteriores, entre estas la aparición de una ley. Pero vuelvo a la obra, escrita por Jordi Casanovas y dirigida por Miguel del Arco. En el escenario, los cinco actores hombres representan varios papeles de la acción, algunos de ellos con más protagonismo que otros. Son Carlos Cuevas, David Menéndez, Artur Busqutes, Francesc Cuéllar y Quim Ávila. Destaco el esfuerzo para reproducir el acento sevillano, origen de los agresores. La víctima está representada con mucho acierto por Àngela Cervantes. Sabe transmitir el carácter de la joven de 18 años, que no llegó a pensar mal en ningún momento de lo que le podría pasar si hablaba con desconocidos.
Solo hay un momento en que la acción narrada, trepidante, se paraliza y entra en círculos de digresión, que es el momento en que se suceden los juicios. Probablemente la obra refleja bien la parálisis que provocó las dos sentencias previas a la definitiva, la del 2019, pero la obra decae en intensidad, e incluso hay un momento que en efectividad narrativa. Pero, a pesar de esto, la obra es excelente, pone en escena personajes extraídos de la realidad, les hace hablar a partir de las mismas frases que se emitieron en los juicios, que el dramaturgo Jordi Casanovas ha extraído de los medios de comunicación, y acaba haciendo una denuncia social de las mejores que se puedan hacer.
Denuncia social necesaria, que ojalá llegue a ver mucha gente, porque solo con la comprensión de los hechos, se puede conseguir mejorar el mundo.

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