La Joven Compañía ofrece un rodeo a la vida de Federico García Lorca empezando por el final tan conocido, estudiado y teorizado por todos para no acabar el espectáculo con el trágico desenlace de su vida, sino con aires de esperanza y gritos de libertad de una generación de artistas que pese a los tiempos sufridos siguen más vivos que nunca. Una ración de juventud y Lorca en la Sala Roja de los Teatros del Canal para hacernos pensar sobre nuestro voto ahora que se acercan comicios y los que «enterraron» la voz del poeta parece que están sacando la cabeza.
La propuesta escénica de Miguel del Arco y el talentoso elenco de la Joven Compañía juega con el espectador entre la catarsis y la capacidad de ilustrar y desvestir la poética lorquiana con voces jóvenes, que ayudan a hacer llegar la vida del poeta granadino a los más perdidos dentro de las garras poéticas de los artistas españoles. Motiva a creer que la voz de García Lorca sigue presente y qué bien que sea de las manos de nuevos y jóvenes cuerpos. Todo esto parece más fácil si se hace acompañado de una buena escenografía; sensacional y austera, que como si fuera un zoopraxiscopio nos enseña las etapas más importantes de Lorca. La mezcla no sería absoluta sin el gran juego de luces gobo y proyecciones que consiguen involucrar al espectador desde la butaca.
Queda claro que esta compañía sigue fuerte y está pisando el acelerador para despegar a escenarios deseados para todos los artistas. La masa que se mueve encima del escenario, la gran comunión entre los miembros de la compañía y la capacidad de la comunicación no verbal que desarrollan, avalada por el trabajo de equipo que han hecho durante el proceso de ensayos, demuestra que no venimos aprendidos sino que todos nos cultivamos un poco del otro.