Divertidas, joviales, frescas, juguetonas, implicadas, cómplices, ocurrentes, comprometidas. Podría seguir, sólo tengo que tirar de diccionario. Muchas son las virtudes, al menos la mitad de todas ellas, por hacer el chiste fácil a costa de una de las protagonistas, que podría resaltar de la actrices, a pesar de sus quejas iniciales y finales de lo difícil que lo tienen por ser mujeres, mayores, y cómicas. En mi opinión, más que inconvenientes, en su caso son ventajas. Con esa energía no creo que haya nadie que las pare. Soledad Mallol, de pícara Lazarilla, y Pepa Pedroche, en los demás papeles, lo bordan, tanto, que hasta consiguen que nos olvidemos del nombre del autor del libro que llevan a escena. ¡Ah!, y no debemos omitir a Dani. Vivo ejemplo del aprovechamiento máximo de los recursos o de cómo hacer que el atrecista forme parte del espectáculo.
Cinco pasajes. Los más conocidos e importantes de la obra original. Contados con mucha gracia y ritmo, devolviéndonos a la mayoría a aquellos años de instituto en que nos obligaron a leerla. La vida de Lazarillo de Tormes y sus fortunas y adversidades, solo que en esta ocasión nos cambian al Lazarillo por una Lazarilla, reivindicación feminista que no va más allá de adaptar el papel a la protagonista. No van por ahí los tiros, ni protestas excesivas, ni adaptaciones post modernas. Un ciego cruel, un clérigo tacaño, un hijo hidalgo pobre, un vendedor de bulas timador y un arcipreste lujurioso. Tal como aparecen en la novela, con bastones, capas, sayos y jubones, nada de pantalones vaqueros, teléfonos móviles, patinetes eléctricos ni bebidas isotónicas. Una adaptación pura y dura al texto clásico. Risas y carcajadas como finalidad, diversión y entretenimiento como propósito. Objetivo conseguido. Con creces.
Tal vez, y lo digo con la boca chica, se le podría haber sacado más jugo. Traerla a nuestros días, sin duda son personajes eternos, casi clichés o arquetipos, al igual que muchos de los temas, fácilmente trasmutables a los tiempos presentes. Alguien ya lo habrá hecho, aunque yo lo desconozco. Lo hemos visto en muchas ocasiones, sobre todo con los clásicos griegos, y muy a menudo con las obras de Shakespeare, sólo por poner un ejemplo. Quien no ha vislumbrado en El Rey León una versión Disney de Hamlet, o en Diez razones para odiarte una copia para adolescentes de La fierecilla domada. Pero se agradece poder en ocasiones disfrutar de las obras tal como las pensaron y escribieron sus autores. Cada vez es más difícil encontrar una sala en la que Romeo lleve calzones y espada en lugar de chupa de cuero y una metralleta, o en la que Max Estrella declame en una taberna en vez de rapear en una discoteca. Así que por mi parte gracias, por una adaptación perfectamente adaptada, y enhorabuena, por dos interpretaciones maravillosamente interpretadas. Y, por supuesto, no hay que olvidarse de Dani. El puto amo entre y delante de los bastidores.