Confundir la edad a la que se deben leer obras literarias es un gran problema que puede lastrar la afición por la literatura y que ya existía cuando yo era un niño. Recuerdo que nos hacían leer Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez, o el Quijote, de Cervantes. Al menos de este último había una serie de dibujos animados que lo infantilizaba lo suficiente, sin perder su esencia, como para que le cogiéramos cariño al personaje. Y nos picara a algunos el gusanillo de leer la novela. Creo que algo así es lo que han intentado con Cuento de Navidad. Pero no todos los cuentos son para niños. Los de Charles Dickens desde luego que no lo son. Por […]