Revisitando el Titanic

La Leyenda del Titanic, la exposición inmersiva

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La Leyenda del Titanic, la exposición inmersiva → MAD Madrid Artes Digitales (Matadero Madrid)
14/09/2024 - Nave 10 Matadero

En la Nave 16 del Matadero está instalada hasta el final de octubre la exposición inmersiva La Leyenda del Titanic. Siguiendo la estela de otros proyectos similares («Tutankamon», «Los últimos días de Pompeya»), Madrid Artes Digitales se ocupa esta vez de llevar al espectador a las entrañas del Titanic, de recordarle su trágica historia y de mostrarle algunos de los múltiples secretos que aún conserva la historia de este coloso del mar. La exposición sigue teniendo vigencia, pues la historia de este transatlántico sigue resultando fascinante a pesar de que han pasado ya más de cien años desde que se produjera el hundimiento el 14 de abril de 1912. Porque el Titanic se ha convertido en metáfora de los afanes colectivos e individuales, de las esperanzas y los fracasos.

La exposición cuenta con la ventaja inicial del interés que suscita de por sí la historia del lujoso y fallido barco. Los responsables de la producción –Nacho Ares, como guionista, Fernando José García Echegoyen, como curador, y Rene Merkelbach, como compositor- han seleccionado y ordenado elementos con un doble objeto: que el espectador salga con la sensación de conocer más a fondo la historia del barco y, a la vez, que sea capaz de sentir el «espíritu del barco». Creo que en lo primero han acertado más, pero en lo segundo no tanto. En la parte más didáctica, hay muchos paneles con información sintética clara e ilustrativa: de ese modo el espectador conocerá, por ejemplo, que los restos del barco están destinados a desaparecer en unos 25 años a causa de las bacterias marinas; o la parte de verdad en que se fundan algunas leyendas y mitos sobre el hundimiento del barco; o el elevadísimo precio de los pasajes, sobre todo en primera clase (comparables a las astronómicas cifras de los actuales viajes espaciales); o la injusticia y el clasismo que se produjo en la elección de quiénes ocuparían los botes salvavidas. En esta misma parte expositiva, resulta también curiosa e interesante la muestra de objetos del barco, algunos originales y otros réplicas, algunos con los nombres y las fotografías de sus propietarios, con atención especial a los españoles. No falta en la exposición la posibilidad de la foto cinematográfica del espectador en la quilla del barco, con el pelo al viento merced a dos potentes ventiladores. El peso más importante de exposición se lo llevan, sin duda, los recursos tecnológicos. La creación musical en 3D de homenaje a los músicos de la orquesta del barco consigue emocionar. La experiencia «inmersiva» que tiene lugar en una de las grandes salas del teatro, hace que el espectador en ciertos momentos se sienta dentro del barco, si bien el relato de la historia de la niña curiosa y el padre resultan poco creíbles. Y otro tanto ocurre con los personajes del «metaverso» del Titanic, tan de cartón piedra, tan rígidos, que contrastan tanto con las emocionantes imágenes reales de los restos del barco hundido en las profundidades. La sensación final es que el espectador ha aprendido algunas cosas, pero quizá no las ha sentido.

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