Llegar tarde a un fenómeno cultural, normalmente, es contraproducente para la experiencia como espectador: las expectativas son altas y se ha perdido la perspectiva de lo que el producto en cuestión era (o pretendía ser) en su origen. En el caso concreto de La llamada, se trata de un espectáculo que nació en el hall de Teatro Lara de Madrid para saltar, gracias a su éxito, al escenario principal y, finalmente, convertirse en una película e iniciar una gira por España. Asistir por primera vez a este show en este punto de su trayectoria y evolución resulta tan curioso como interesante. Es evidente que tiene algo casi mágico, relacionado con el carisma, la frescura, espontaneidad y falta de prejuicios que lo ha hecho conectar con la gente. Además, a pesar de no contar con grandes canciones originales, tiene una energía joven que logra convertir la platea en una verdadera fiesta.
Quizás algo estirada para la sencillez de la historia, su poder de seducción es innegable. “Lo hacemos y ya vemos”, dicen las protagonistas del musical, frase que se ha convertido en el secreto del éxito de la carrera de Javier Calvo y Javier Ambrossi, sus autores y directores. Una filosofía valiente e inteligente que impregna de simpatía esta propuesta, ni pretendidamente transgresora ni ingenua en exceso. La llamada es, en realidad, un canto a la libertad sexual y sentimental individual con espíritu integrador. No se formula desde una crítica hacia la manera de pensar de ningún colectivo, persona o institución, al contrario, nos muestra cómo es posible un mundo en el que todas las personas pueden vivir tal como son con el respeto del resto. Esto, quizás, puede parecer naíf para el espectador más cínico pero se tiene que reconocer que aporta un mensaje, en cierto modo, mucho más valioso que gran parte de las piezas de carácter activista que no sirven más que para desahogar la rabia y el malestar social. La llamada transmite, además, tanto buen rollo que hasta te hace salir bailando del teatro con una gran sonrisa, cosa que cada vez se busca más y se consigue menos. Y los Javis, lo consiguen. Así que bravo por ellos.