Sobre la muerte y el teatro

La mujer fantasma

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La mujer fantasma → Teatro Valle-Inclán (Centro Dramático Nacional)
12/10/2023

Lo primero que tenemos que tener en cuenta al ir a ver el último montaje de las T de Teatre es que nos enfrentaremos a una obra más conceptual que argumental. La compañía se arriesga a hacer un teatro que no sigue las premisas más comerciales y que bucea en conceptos como el teatro, la muerte o la educación. Es cierto que se parte de un lugar común –un colegio de niñas en los setenta- y que los personajes tienen un vínculo entre sí, pero la estructura está pensada como pequeños monólogos individuales para acabar, finalmente, en un tipo de ejercicio de espiritismo que proporciona un final bellísimo… Es una estructura que puede provocar cierta extrañeza, todo se tiene que decir, e incluso puede parecer descompensada y un poco caprichosa, pero tal como decíamos antes si dejamos de buscar una lógica argumental acabaremos encontrando lo que todos buscamos… el teatro.

Otra de las cosas que más se ha comentado es que la compañía volvía a sus orígenes, cuando hacían espectáculos que contenían pequeñas historias individuales bajo un paraguas común (Pequeños cuentos misóginos, Hombres, Criaturas). Pienso que puede haber algo de todo esto, pero también creo que estos son unos monólogos más maduros, más matizados y con mucho más peso del que pueda parecer a simple vista. También hay una madurez interpretativa mucho más grande por parte de las cuatro actrices, que nos ofrecen cuatro pequeños recitales de gran calidad. El primero, de Marta Pérez, nos remite de alguna manera a La voz humana, de Cocteau, y es quizás el más visceral y emocional de todos. Después viene Maman Duch con una reflexión –entre nostálgica, divertida y escatológica- sobre el amor materno-filial. Y ya por último, tenemos el monólogo casi epistolar de Ágata Roca sobre la libertad de querer, y el fantasmagórico y alucinante de Carme Pla, en un fragmento que enlaza con la escena final…

Y como envoltorio de todo esto, un acompañamiento delicado y en directo de los músicos Joan Palet y Rafel Plana, y una interesante y arquitectónica escenografía de Alejandro Andújar. De hecho, la escala que ha construido da mucho juego y luce como un calidoscopio cuando se ilumina o se proyectan imágenes.

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