Efectos y defectos de la sinceridad

La piel fina

La piel fina
18/07/2023

Carmen Marfà y Yago Alonso forman una dupla creativa que demuestra que escribir a cuatro manos es posible. Recomendable, incluso. La precisión, el ritmo y el contenido de absolutamente cada frase de La piel fina parecen haber surgido de un proceso experimental de laboratorio, de escuela de teatro. Y es así. Ambos muestran su trabajo de equipo mediante cursos de escritura y dirección de comedia teatral en La Llama School, y juntos han escrito y montado algunos de los logros más destacados de la dramaturgia contemporánea catalana, como Ovelles (2018) o Instrucciones para enterrar un padre (2020).

Eloi y Sonia, una pareja joven e ilusionada, reciben la visita de Nacho, su amigo del alma, y su última pareja, Miranda. Quieren compartir una cena para celebrar la llegada de su primer hijo, Jan, y, de paso, desean mostrar lo felices que son en su nueva vida, fuera de la gran ciudad. Porque… ¿Cuál es el sentido de la felicidad, si no es compartida? Éste es el punto de partida de una trama de vértigo, en la que se demuestra cómo se puede crear, con un talento desmedido, un universo entero de preguntas sobre el pasado, el presente y el futuro, de realidades aparentes, mentiras evidentes, frustraciones subyacentes y deseos insatisfechos, en una pequeña terraza y con cuatro actores que le llenan con la palabra y el gesto. De un encuentro aparentemente más que aliñado, un lugar común en tantas tramas, previsible y recorriendo, se pasa en una nada al gran tema que fulmina, destroza y rompe convenciones a ritmo de Fruit ninja: la sinceridad. Y lo hace recurriendo a todas sus formas. Y nadie escapa. De entrada, los roles parecen definidos, porque la metedura de pata con el pequeño es tan desmedida que la etiqueta se la lleva quien la protagoniza. Y todo el mundo, entonces, se pregunta si se puede decir todo lo que uno piensa, si la sinceridad debe ir siempre por delante de todo, si estamos preparados para que sean sinceros con nosotros, si hay un límite para la sinceridad, si l empatía o la asertividad acaban por dejar la verdad en cautiverio con el objetivo de mantener la formalidad y la apariencia, y no tomar daño. ¿Será que tomarse la verdad como un navajazo es tener la piel demasiado fina? Todo estalla, y todos acaban debiéndose sincerar por un motivo u otro. Es un mecanismo para liberarse, para soltar lastre, para poder respirar de una vez. Hasta que, con todas las cartas sobre la mesa y nada que esconder, se establece una paz natural que hace concluir el encuentro de la mejor forma posible.

Las risas que la trama provoca y los giros de guión que hacen reaccionar a la audiencia son constantes. Si las verdades, aunque a trompicones, liberan a los protagonistas, el efecto de una comedia tan pura entre el público es catártico. Se convierte en una combinación fabulosa y equilibrada de inteligencia y frescura.

Si el guión y la dirección escénica es arte, una filigrana bien trabada, exquisita, desgarradora, viva, ágil y directa, la interpretación de los artistas es sublime. Aportan la justa medida de realidad que cada personaje necesita, de realidad y de secreto, porque lo que cada uno esconde exuda al escenario, por la inquietud, por la inseguridad, por la impostación en ciertos momentos. Todo tan bien trabajado, sin fisuras ni desequilibrios, que hace que la naturalidad invada el escenario. Y, hablando del escenario, el espacio se muestra sencillo y eficaz, quizás un punto forzado y poco creíble en algún detalle por exigencias del guión: quizás se exageran en exceso determinadas escenas con el objetivo de poner de manifiesto aquella frustración escondida que más temprano que tarde debía salir.

De Barcelona a Madrid. Un recorrido que, por reiteración, es preludio de un éxito reforzado por el triunfo que le precede y por la respuesta masiva, puntual y leal de la audiencia. El boca-oreja garantizará que las entradas se agoten en una exhalación, así que no tardes en dar el paso, o será demasiado tarde.

La piel fina se convierte en una comedia hilarante e imprescindible sobre un debate moral eterno: el valor y los efectos de la sinceridad. Podemos aportar respuestas distintas, porque cada uno tiene su piel. De realidad, desengañémonos, sólo hay una, pero el dibujo que hacemos varía según la posición desde donde la miramos y toma la forma de la traza que con el lápiz (o la palabra) tenemos. El espectáculo, se mire como se mire, sobresale. Os lo digo de verdad (la mía, claro).

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