A veces es difícil mantener la boca cerrada y no decir aquello que realmente se piensa, especialmente cuando no se quiere herir a algún familiar o amigo. ¿Es la sinceridad tan necesaria siempre? A vedes las mentiras piadosas o la omisión de algunas ayudan a mantener un buen ambiente que es mejor no cambiar… Nunca se sabe cuál es el camino correcto y siempre hay algún momento en que la cosa descarrila.
Nacho y Miranda son pareja y han quedado para cenar con Eloi y Sonia para verse y conocer a su hijo Jan. Un comentario desafortunado de Nacho provocará un tsunami de verdades, opiniones y cosas no dichas que no habrá quien lo pare.
Entrar en esta obra es como compartir un rato entre amigos que se quieren, pero se han olvidado un poco de cuidarse. El público se reconoce en algunas de las conversaciones y se da cuenta que hay momentos que son universales para cualquiera. La espectadora se encuentra riendo y poniéndose la mano en la boca ante algunas de las cosas que se llegan a decir los personajes. Aquellas palabras que se escapan y que la persona que está en el patio de butacas no se puede creer que se acaben de decir en voz alta.
Divertido, afable, canalla y muy directo, este texto es una radiografía muy exacta de cualquier encuentro entre amigos, se reconoce encima del escenario la complicidad, la estimación y como se importan los unos a los otros. Una comedia fresca con un sello ya inconfundible de Carmen Marfà y Yago Alonso, que consiguen extraer de momentos incómodos y difíciles sonrisas involuntarias y muy agradecidas.
Y si al texto le pones cuatro intérpretes que conectan tan bien entre sí, ya está todo hecho. Ferrer hace enrabiar con su Nacho, pero como les pasa a sus amigos, se le va cogiendo afecto y se convierte en uno más del grupo. Su pasotismo tan bien llevado a término sin llegar a la exageración encaja perfectamente. Pau empieza poco a poco dejando pinceladas de su personaje hasta llegar a dejar boquiabierto al público a través de los pensamientos de Sònia, sin tapujos exponiendo más de una verdad escondida.
Como quien queda una noche de verano para cenar con los colegas y ponerse al día, mientras beben y repasan los buenos momentos que han vivido juntos, esta producción se queda instalada en una de las sillas de la mesa, haciendo compañía y provocando sonrisas.