La verdadera historia de Ricardo III es una obra que apuesta a sacudir al espectador desde el inicio, desmarcándose de las puestas más clásicas que solemos ver cuando se aborda un texto de Shakespeare. Aunque no se trata de una representación fiel del original, sí recoge los núcleos temáticos esenciales de la tragedia: la ambición, el poder y sus consecuencias.
La puesta en escena es, ante todo, rupturista. No busca agradar desde lo convencional, sino interpelar con un lenguaje distinto, más cercano a lo contemporáneo y en ocasiones incluso desafiante. Ese riesgo puede descolocar a quienes esperan una versión más tradicional, pero también abre la puerta a reflexionar sobre cómo los clásicos pueden seguir dialogando con la actualidad.
La escenografía acompaña esta idea de romper la cuarta pared, salir de lo clásico e interponer en escena elementos disruptivos.
Sin embargo, lo más increíble del espectáculo está en la entrega del elenco. Actores y actrices destacan por su potencia creativa, emocional y física. Joaquín Furriel logra una interpretación sublime que se lleva todos los méritos. Su trabajo es lo que realmente conecta con el público y logra que la obra, a pesar de sus riesgos, se mantenga viva y vibrante.
En definitiva, La verdadera historia de Ricardo III es una experiencia diferente, digna de ser vista y que encuentra en la fuerza de sus intérpretes su mayor virtud.
¿Hay verdades absolutas cuando se trata de Shakespeare?