La voluntad de creer es un texto escrito y dirigido por el director y dramaturgo Pablo Messiez, autor de el tiempo que estemos juntos (2018) y Las canciones; a partir de la película Ordet (La palabra) de Carl Theodor Dreyer, que es a su vez una adaptación de la obra teatral homónima del dramaturgo danés Kaj Munk y de las palabras pronunciadas por Juana de Arco el día de su juicio.
Repite en La voluntad de creer buena parte del equipo artístico y del reparto de Las canciones. Rebeca Hernando, José Juan Rodríguez, Iñigo Rodríguez Claro y Mikele Urroz, a quien se añaden las intérpretes Marina Fantini y María Jáimez.
El espacio escénico es obra de Max Glaenzel, el vestuario de Cecilia Molano, el diseño de iluminación de Carlos Marquerie, el entrenamiento corporal de Elena Córdoba y el sonido de Iñaki Ruiz Maeso.
Todos los personajes parten del presente sin ningún tipo de artificio. El espacio escénico está vacío, sin elementos escenográficos. A medida que avanza la obra se va transformando. El color va desapareciendo y predomina el blanco y el negro.
El espectáculo se construye dentro y fuera del escenario. En varios momentos, a lo largo de la función, se rompe la cuarta pared.
Dentro, en escena, se relata la historia de una familia que avanza hacia un final trágico. Fuera del escenario, los espectadores observamos la construcción de la pieza teatral; la transformación de los intérpretes en personajes y la construcción del espacio escénico a partir de la nada.
La música también está presente en este montaje. Suenan dos canciones de música popular argentina. Viene aclarando de Atahualpa Yupanqui en versión de Leda Valladares y María Elena Walsh, y Vida la del último día, una versión a cappella de Sílvia Pérez Cruz.
La voluntad de creer es una reflexión sobre la fe, sobre el hecho de creer o no, y al mismo tiempo un homenaje al teatro, en el mismo sentido de creer o no, en lo que está pasando arriba del escenario.
Todo está en la voluntad de creer.