Ficciones me recordó a la película Gran Hotel Budapest de Wes Anderson. Salvando las distancias, la escenografía es similar, mantiene un ritmo ágil y, aunque la película tiene una estructura de la dramaturgia mucho más definida, ambas concuerdan en ser un maremágnum de situaciones surrealistas que ‘te rompen las ternillas’ de la risa.
Desde mi punto de vista, el metateatro es una jerga que nos encanta a la gente del sector porque nos da gustirrinín vernos reflejados, sin embargo, considero que puede suponer una barrera para el espectador medio que desconoce los entresijos de la profesión.
No obstante, creo que la dramaturgia de Fernando Delgado-Hierro es ágil, divertida, creativa y diferente. No seré yo quien le ponga impedimentos al uso del vídeo en los montajes teatrales ni a los micros (tan denostados para algunos críticos teatrales) pero que aquí adquieren un papel relevante para diferenciar a los personajes.
A nivel interpretativo, me declaro fan absoluta de Javier Ballesteros, su dominio de la escena, la versatilidad en todos los personajes que presenta y la capacidad de modular la voz para dotar personalidad en cada uno de ellos cautiva sin dudarlo. Del resto del elenco, he de confesar que también me atrapó especialmente Macarena Sanz. En una obra donde el esperpento (a modo de lenguaje) es un sello, ella demuestra la potencia que tiene también el silencio en un personaje bien construido. Beatriz Jaén, Leticia Etala y Ángela Boix encarnan también un sinfín de personajes con mucho garbo.
A pesar de que frente al Gran Hotel Budapest a veces me faltaba un hilo conductor más consistente y que el ritmo decae en un par de momentos, es una obra muy recomendable para disfrutar y reírse sin ningún tipo de filtro. El entorno de parodia que se despliega invita a ello: no te cortes la carcajada porque no desentonarás en el ambiente. Rómpete las ternillas.
