El jueves estuve viendo Laponia en el teatro Maravillas y casi la lío, pero bien. Al final, la tarde salió redonda, y el debate post función resultó de lo más interesante. Y es que, por circunstancias de la vida, tuve que ir acompañada al teatro con mi pequeña preadolescente «de cabecera». ¡Menos mal que la chiquilla hace algunas navidades que ya no cree porque, de otro modo, en el patio de butacas se hubiese escuchado algún sollozo entre tanta carcajada!
La obra plantea una reunión navideña de hermanas (con sus correspondientes maridos e hijos), que resulta algo tensa, pero muy entretenida y bastante divertida. La obra arranca algo des-pa-cito, pero va cogiendo carrerilla hasta que no puedes evitar partirte de risa.
El texto es agudo. Hablar sobre la crianza es un temazo y hacerlo con gracia, con espacio para debatir, me parece magistral. A ver: tampoco pienses que vas a comerte una tesis doctoral sobre cómo enseñar a los retoños a enfrentarse la vida, pero en su conjunto, la obra aporta varios puntos de vista muy interesantes.
Las interpretaciones son excelentes. Me gustaron especialmente Mar Abascal (tan graciosa interpretando una pija muy personal, snob, pero sin abusar, delicada y bruta a la vez) e Iñaki Miramón, con su infinito abanico de gestos y una chulería madrileña que te deja sin palabras.
La directora aprovecha una escenografía sin artificios, pero que da mucho juego y saca todo el jugo interpretativo a las y los actores. Teatro de barrio, sin derroche de luz, efectos o vestuario, pero que funciona de maravilla. Una apuesta por teatro 100% teatro, sin aditivos ni conservantes.
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Muy recomendable, pero mejor con compañía de 16, en adelante.