Cuando una obra no termina acabada la función, cuando te la llevas puesta a casa y sigues pensándola, la rumias, la sigues completando horas después, es que va camino de convertirse en memoria propia e inolvidable.
Cuando una obra es un juego de detalles tan rico y tan abierto que el cuerpo te pide revisitarla y cuando una vez la vuelves a vivir sigue sin agotarse… es que – para tí- es una obra maestra.
Las Canciones entra dentro de esa categoría poco común de obras que se viven durante la función y se recuerdan durante muchos años. Pablo Messiez obra este milagro con cierta frecuencia.
Las canciones parte de personajes de Chejov y juega con ellos con el respeto de quien conoce bien el material sensible que toca y lo deja volar hasta quedar de Chejov su respiración contenida y mucho vodka.
En Las Canciones nos disponemos a escuchar música divina que logre detener el tiempo, que nos lleve al mar, que nos cambie, que nos enamore, que exprese nuestra desesperación y nuestros deseos, que nos haga reír y que incluso nos ayude a olvidar otras músicas, otros dolores. Los espectadores acompañamos a Iván, Irina y Olga en su empeño, como lo hacen Natalia, Joan y Juan. Y sentimos con ellos, nos hacemos cómplices de ellos como su fiel Miguel. Y nos implicamos, bailamos, lloramos, nos empeñamos con ellos, gozamos y sufrimos con ellos, en una fusión gloriosa entre el escenario y el patio de butacas con la intercesión de Nina Simone, Dalida, Barbara Hendricks, Cecilia Bartoli, Liza Minelli o Jacques Brel.
Estará en el Pavón hasta el día 6 de octubre. Yo repetiré para volver a vivir Las Canciones con esos diositos que obran el milagro y SON un milagro en sí: Rebeca Hernando, Mikele Urroz, Carlota Gaviño, Iñigo Rodriguez Claro, José Juan Rodríguez, Joan Solé y Javier Ballesteros. Creo que estamos ante algunas de las interpretaciones más deliciosas de 2019 y ante la obra que yo personalmente más he gozado en muchísimo tiempo.
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