Un ejemplo de cómo la calidad puede abrir perspectivas. No es el tipo de teatro que me gusta, a priori. De hecho, al inicio, me costó mucho entrar y me preguntaba que me había llevado hasta aquí. Poco a poco me fui abriendo, estaba receptiva a lo que iba pasando, me reí mucho, y el aplauso del final fue totalmente espontáneo y con ganas! Un aplauso para reconocer y agradecer mucho trabajo tremenda y una gran calidad. Nos encontramos con dos actores que encarnan múltiples personajes, cada cual más estrambótico y exagerado. En el escenario veo mucha imaginación, y un abanico grandísimo y extraordinario de posibilidades para pasar de uno a otro sin que el espectador se pierda.
Trabajo intenso y cuidadoso de personaje, por lo que podemos saber perfectamente quién está en escena, aunque le faltan los elementos que lo identifican. Hay parte musical, corporal, mucho texto… a un ritmo trepidante que no decae en ningún momento. Y, a pesar de este ritmo del espectáculo queda redondo y bien limpio.
Obra donde todo está pensado, calculado, medido y perfeccionado, para llegar a una calidad que pasa por encima de las preferencias teatrales.
¡Aunque no me atraviesa profundamente, vale la pena ir a disfrutar y reír, reír mucho!