Los nacidos a partir de los 90 pillamos los últimos resquicios de una época de bonanza y vacas gordas, en una democracia que se consolidaba a golpe de inversión, derroche y tocho y donde la estrategia en política social no superó los primeros embistes de una crisis que reconfiguró la sociedad, y sobretodo, nos instaló en la precariedad. A las puertas de un nuevo crack económico mundial (lo anuncian a bombo y platillo como si hubiese concertado cita en el Google Calendar mundial), los veinteañeros y treintañeros nos abrimos paso en un entorno que no lo pone fácil. Los sueldos tienen tendencia escapista, la especulación inmobiliaria ha multiplicado el precio de la vivienda de manera salvaje y nos obliga a compartir piso con dos, tres, cuatro personas más. Los trabajos ya no són para toda la vida, la seguridad es líquida y el futuro, más incierto.
Livalone cautiva porque habla de nosotros y de todos nuestros amigos. Este formato innovador y dinámico se presenta como una conferencia escénica, y se basa en hechos reales. Concretamente, los del joven creador Francesc Cuéllar, de 25 años, en su periplo por los siete domicilios que ha compartido desde que se independizó. Le acompaña Alejandro Curiel, que aporta el contrapunto más poético a la gimcana que supone vivir en una gran ciudad. Livalone tiene verdad, ritmo, sentido del humor, mala leche y altas dosis de nostalgia (los referentes comunes van desde La Oreja de Van Gogh, Michael Jackson, Mónica Naranjo, Delafé, y Bola de Dragón). Es un fact checking catártico, que corrobora el problema de la vivienda y lo difícil que es alcanzar el olimpo del hogar: aquel sitio donde vives con quién quieres, dejas las cosas donde te da la gana, y ojo con la descripción que lanzaron en el show, que me dejó prendado… «donde puedes ir desnudo y arrastrando el culo por las paredes».
El espejo que plantean Cuéllar y Curiel nos refleja a los más jóvenes. Podemos mirarnos y coquetear con nuestra imagen de precariedad, pero lo interesante es pedir a los mayores que nos acompañen a verla. Verán ante sus ojos un fiel retrato generacional y los problemas sociales derivados que ya tardamos en solucionar.