Pasan las temporadas y Lo tuyo y lo mío sigue igual. Igual de fantástico. La muy original propuesta es una filigrana que encaja perfectamente en casi todo momento y es que contar una historia de amor y desamor contando únicamente con fragmentos de canciones muy conocidas (75 en 75 minutos) tiene mucho de artesanía y precisión. Puede parecer muy fácil y aquí está, también, su mérito.
La obra conecta enseguida y de forma continua con el público, gracias en parte a apelar a la memoria musical colectiva, de Raphael a Shakira pasando por Paloma San Basilio, Olé Olé… (lástima que no suene Camilo, puestos a pedir) y, también, con la inclusión de piezas recientes.
Ahora bien, sin grandes intérpretes todo quedaría sólo en identificar cada canción y poco más, cuando estas son el medio, que no fin, para contar una historia. Más que nunca, estos fragmentos de canciones se han de interpretar, no sólo cantar, ya que son el quid de la dramaturgia. Las interpretaciones requieren una gran compenetración, no sólo entre la pareja sino también el pianista, pieza (divertidísima) clave también en la narración. De sus manos, nos llevan por momentos de comedia hilarante y situaciones tristes, con la dirección muy acertada de Joan Maria Segura que hace que todo fluya de forma natural cuando en realidad está pensado al milímetro.
Ahora, podemos disfrutar de esta fresca historia de la mano de Marina Pastor (Hair), Sergio Campoy (Sister Act)y Dídac Flores (Desde mi ventana)
En fin, una delicia que te lleva a formar parte del juego. Hay nostalgia, mucho humor, un poco de drama, selección musical excelente y mucha calidad. ¿Se puede pedir más?