Una mujer irrumpe en el Hollywood Reporter para poner un anuncio. Es Bette Davis. Y es Loba, un sobrenombre que le vale ahora también de título para presentarla en esta obra y descubrir una carrera de oro que ya pertenece a otro tiempo. Su creador Juan Mairena pone en foco a una conocida intérprete de Hollywood para visibilizar y honrar con admiración a todas las actrices – y por qué no decirlo, a cualquier mujer en su situación – que tienen que seguir luchando por seguir trabajando ya que, llegadas a cierta edad “madura”, son relegadas a papeles secundarios o directamente al olvido. Un tema emotivo y principalmente feminista que se agradece mucho en la cartelera teatral.
Carlos Troya es un periodista que se mete en el papel de confesor en cuanto ve entrar por la puerta de la redacción a la señorita Davis, en la piel de Mélida Molina. Esta actriz es el centro de atención durante toda la pieza y su despliegue físico y emocional llama poderosamente la atención. Su forma de relatar acierta para que la historia se llene de curiosidad y, muchas veces, de empatía, aunque, por otro lado, la pareja en escena no logra conquistar en su conjunto.
Destaca mucho la escenografía de Juan Sebastián Domínguez, quien consigue embutirnos en un paisaje desolador, que en un pasado logró brillar, pero que en presente es áspero y doloroso.
El recuerdo y el homenaje a Bette Davis está presente a cada minuto de la pieza; todo su mundo personal y profesional se explora en apenas una hora y media, siendo testigo el público de sus éxitos, derrotas y grandes confesiones.