Fotografías, un piano, tres actores y mucho duende. No hace falta más para ponerse en la piel de Federico García Lorca, para sentir sus heridas y ver cómo cicatrizaban a golpe de música y poesía.
Lorca por Saura es un viaje lleno de escalas (aeroportuarias y musicales), donde la inocencia de un pequeño poeta crece paso a paso, verso a verso. Volamos desde la Vega de Graná, hasta la residencia de estudiantes de Madrid; paseamos junto a Dalí bajo la mágica luz de Cadaqués y las metáforas se llenaron de rascacielos, siendo poetas en Nueva York.
Bebimos ron en la Habana; recorrimos los pueblos de España, siendo actores de La Barraca y nos emocionamos con una oda al teatro, que eriza el alma. Los acordes de un tango se transformaron en balas. «Que no, que no queremos verla». La sangre de Federico se derramaba y el patio de butacas sacó los kleenex del bolsillo, mientras sonaba «Al alba».
En el escenario, como decía el poeta Jorge Guillén, «no hacía frío de invierno, ni calor de verano. Hacía… Federico». Ese es el clima que se consigue mirando la historia de Lorca a través de los ojos de Saura. Y también gracias a la interpretación de María Peláe, que encarna a un Federico fresco, flamenco… y con mucha garra. Los actores Alberto Amarilla, Saturna Barrio y el pianista Antonio Bejarano son sus fieles escuderos y viven un continuo proceso de metamorfosis, que hace que la obra vuele con mucha más fuerza.
Poesía e inspiración en estado puro. Eso es Lorca por Saura... No se la pierdan.