Después del éxito de la película francesa Los chicos del coro era evidente que tarde o temprano los amantes de los musicales se delatarían con una adaptación sobre los escenarios. Y llegado ya este momento, después de los años de espera, las expectativas personales han estado a la altura. Un musical de gran formato es siempre motivo de admiración, pero en el caso de los niños, resulta todavía más enternecedor. En este sentido, la dirección musical de Rodrigo Álvarez ha dado buenos resultados. Por el contrario, las actuaciones de los adultos no han sido siempre igual de brillantes e incluso, algunas se pueden considerar sobreactuadas.
Sea como fuere, los pequeños desajustes que puede atravesar la obra son compensados con creces con el conjunto de voces y el mensaje esperanzador que nos llega desde un internado caótico que un profesor (Manu Rodríguez) consigue reformar: con dedicación y amor se posible hacer cambiar las cosas. Finalmente, la decisión tomada por parte de dirección (Juan Luis Iborra) de incorporar niñas al espectáculo, ayuda a dar proximidad en el contexto actual y ser una propuesta todavía más familiar. No siempre se tiene ocasión de disfrutar de una obra apta tanto para el público adulto como para el infantil.