Hay en la plaza de Jacinto Benavente de Madrid la estatua en bronce de un barrendero, un pequeño homenaje brindado a esta profesión que muchas veces no vemos, pues hacen su trabajo casi de manera invisible, a pesar de que nos hacen la vida en las calles más fácil. Algo así es la obra escrita y dirigida por José Troncoso, un emotivo y cuidado montaje que rinde ofrenda y abraza 3 historias fundidas en una que, en conjunto, reflexiona sobre nuestra necesidad de escapar de la realidad y de soñar despierto.
Todo parece sencillo en esta pieza; desde una escenografía en la que la oscuridad es la protagonista, hasta tres tipos nocturnos que poco podrían tener que contar. Pero Alberto Berzal, Israel Frías y Luis Rallo pronto despiertan al público, haciéndonos cómplices de las soledades, las rutinas y de la necesidad de limpiar despojos, en las calles y en las vidas del Finito, el Mediano y el Grande. Y lo hacen con tanta maestría, paciencia y poética que es difícil no emocionarse y querer saber más sobre cómo llegaron hasta allí.
Lo que podrían ser varias y simples anécdotas de tres hombres que coinciden en su turno de trabajo limpiando las calles cuando el resto de la ciudad duerme se convierte en un tesoro en escena capaz de iluminar conciencias. La impronta que dejan Los despiertos viene dada por sus caras blancas apayasadas, por la forma en la que se mueven y por la manera en la que transmiten, llena de ternura y con especial atención en lo que barren, lo que intentan dejar atrás, pero siempre vuelve a salir porque… ¿A quién podría importarle?
Más en proyectoduas.com