No se puede negar que los suecos Björn Ulvaeus y Benny Andersson -el alma de Abba– tienen un olfato comercial equiparable al del Sr. Ikea. Cuando deciden, en 1999, reciclar todos sus viejos éxitos en el musical Mamma mia! estaban dando vida a un monstruo de proporciones inimaginables: representaciones en 40 países, 60 millones de espectadores, 16 años en el West End, una película que recaudó más de 600 millones de dólares, etc. Para hacerlo se rodearon de los mejores, un grupo de británicos especializados en convertir cualquier argumento y cualquier anécdota en un musical triunfador. Un decorado funcional pero efectivo, un vestuario vistoso, una iluminación brillante y unas coreografías de primera garantizan que la franquicia pueda rodar por medio mundo sin sobresaltos. En España llegó hace 11 años, y vuelve para repetir la fórmula.
Todo el elenco junto consiguen contagiar al público el buen rollo que desprenden las canciones. Sí, es cierto que el argumento es una tontería y que una segunda parte más íntima no es suficiente para dar peso a la trama… pero qué más da si el objetivo principal se consigue con creces. Te gusten más o menos los musicales, ni yo ni nadie puede negar que Mamma mia! da todo lo que se espera de ella… que no es poco.