¡Por fin he podido conocer a María Luisa! Había mucho entusiasmo y expectación por ver el primer espectáculo escrito y dirigido por Juan Mayorga en el Teatro de La Abadía como director artístico de la casa. Ya desde que desvelase en la presentación de temporada, que su nueva obra iba a tener como punto de partida el tema de la soledad en las personas mayores sentí muchísima curiosidad. Sin duda la espera ha merecido la pena.
María Luisa es una comedia tierna que te hace sonreír, pero que deja entrever mucho del humanismo cervantino y del humorismo pirandelliano. Puedes sentir la dureza detrás de la tierna mirada una mujer que enfrenta sola el paso de los años, y especialmente esa última etapa de la vida donde, aunque las ganas siguen en llamas, el cuerpo y la mente comienzan a fallar, e incluso a ir totalmente por su cuenta. La comicidad que provoca su bella imaginación, convertida en una auténtica salvación para el alma, genera también, al cesar la risa, una sensación de tristeza. María Luisa combate la recta final de su vida con la imaginación, esa arma inagotable que no da tregua a la soledad y que al mismo tiempo deja evidenciar la mella que el peso de la ausencia va dejando en ella.
Juan Mayorga ha creado un texto inteligente y muy divertido marcado por un empleo del lenguaje sutil a la vez que incisivo para hablar de una realidad que, a pesar de que pueda parecer muy disparatada e incluso considerarse incoherente, es verdaderamente cotidiana. Un espectáculo impregnado de imaginación, pero rebosante de un realismo que conmueve, que no te deja en absoluto indiferente.
Y una buena dramaturgia no brilla del todo si no tiene unos intérpretes que llenen de verdad y luminosidad sus palabras. ¡Qué magnífico elenco! Destacar que existe un equilibrio admirable porque, si bien Lola Casamayor cumple a la perfección en su papel protagonista, el resto de actores que la acompañan comparten con ella talento escénico. Especial mención al trío de Juanes por el gran reto de interpretar a tres personajes que son creados por la mente de la propia María Luisa y que, por tanto, de primeras puede resultar que no tienen un desarrollo psicológico tan completo como el de ella o el de su amiga, interpretada por una fantástica y muy divertida Marisol Rolandi. Codina, Vinuesa y Paños logran disparar la imaginación de María Luisa con unas interpretaciones que, si bien creadas por una gran mente imaginativa, son completas y cargadas de mucho significado. Paco Ochoa, como el entrañable portero, siempre atento, servicial y dispuesto a socorrer a María Luisa, cierra con un saber hacer magnético un elenco excepcional.
Mención especial a la música que acompaña a la escena con mucha frescura y aporta vitalidad a todos los personajes. ¿Y qué sería del ser humano sin la música? ¿Qué pasará el día que ya no tengamos ganas de bailar?
Conocer a María Luisa aporta mucha luminosidad a todas estas cuestiones. Mientras la música de la vida siga sonando y sin importar el ritmo que nos ofrezca, tal y como hace y nos enseña María Luisa, ¡sigue bailando!