El campo de concentración del abuelo: Mauthausen. La memoria y el recuerdo pasa a un primer plano de manos de Pilar G. Almansa e Inma González.
La primera, concibe la dramaturgia, escenografía y texto sobre la que se sustentan las «memorias» de Manuel como refugiado político, encarcelado primero en Argelés y luego en Mauthausen. La delicadeza, respeto y desparpajo con la que fluye el conjunto es extraordinario. Nunca una historia que nos toca tan de cerca fue tan desgarradora sin caer en la melancolía y la quemazón de las heridas que siguen abiertas.
Por su parte, González encarna con una sutileza encomiable la piel de su abuelo. Con ella, una escalera y unos cuantos pares de zapatos (ahora olvidados pero que pertenecieron a alguien) visualizamos la crueldad de las condiciones del campo y las relaciones de solidaridad y compañerismo que surgieron entre aquellos encarcelados por su ideología, raza, religión u orientación sexual, como medio para asegurar su supervivencia.
Esta es una obra que habla sobre la verdad a través de una simbología sencilla con la que todos nos podemos identificar, a través de una escenografía creada por Almansa, González y Rubén Díaz de Greñu.
Podemos haber avanzado, pero siempre se puede desandar el camino recorrido.