Bla, bla, bla…

Miguel del Arco: Ricardo III

Miguel del Arco: Ricardo III
21/10/2019

Léase con The White Stripes y I think I smell a rat o Seven Nation Army o con Red right hand de los Artic Monkeys o con alguna banda sonora de Tarantino. Volumen alto.

Empiezo.

Ricardo III es una espiral, una especie de engranaje, de máquina circular que te envuelve, poco a poco, te atrapa, te hace girar y te arrastra hasta lo más hondo de algún lugar cercano y oscuro. No hay mucho tiempo para pensar, simplemente empiezas a dar vueltas dentro del entramado y notas cómo ya no hay salida posible, todo lo que puedes hacer es caer con él. Y caemos con un golpe certero en el centro del pecho. Estamos con Ricardo hasta el final.

Ricardo es Ricardo porque nosotros queremos que lo sea. Ricardo es un despojo que condenamos pero del que somos padres. Ricardo es fruto de nuestra sociedad. Ricardo es una vara de medir que todos miramos con condescendencia pero que a veces nos queda cerca. Ricardo es una máquina de poder insaciable que nosotros hemos puesto ahí.

¿Cuántos ricardos tenemos ocupando un escaño en el gobierno? ¿O en un ayuntamiento? ¿O en la junta de nuestra asociación de vecinos? Cierto espectador y su acompañante comentaban a la salida del teatro que no oían a Shakespeare por ningún lado (cita literal). El cruce no dio para que intercambiáramos opiniones sobre qué es la vigencia de los clásicos, pero si no escuchas a Shakespeare gritándote desde el siglo XVI yo tengo un problema de fantasmas. Y es que Antonio Rojano y Miguel del Arco firman una versión que nos salpica demasiado cerca, que es un escupitajo en la cara de lo que podemos ver ahora mismo si encendemos la televisión o si abrimos la puerta de casa. Han cumplido con su misión de médiums para traer a Shakespeare a la vorágine en la que vivimos.

En el sucio viaje por la máquina grasienta del poder al que nos invita Israel Elejalde somos cómplices y su final es nuestro final. Caemos con el monstruo porque somos el monstruo. Nadie arrancó a aplaudir tras el oscuro final, hizo falta retomar la respiración antes. Y es que todo el elenco nos lleva de la mano a un ritmo orquestado con una gran precisión, con pocos silencios y mucho ruido, exactamente igual que en la calle.

En fin. Estamos viviendo un momento histórico. Otro.

Vamos a caer todos con nuestros ricardos como no revirtamos el recorrido de las ruedas del engranaje.

Y bueno, bla, bla bla…

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