Un espectáculo sobre el éxito y la necesidad de aprobación. Así se presenta al público recién sentado en el Teatro Circo Price el nuevo trabajo de la compañía Nueveuno. Dos de sus integrantes ya están recorriendo la sala con una acción previa y en relación a lo que veremos después. Y yo ya empiezo a preguntarme si harán todo lo posible o no por conquistar mi aplauso.
Nico, Jorge, Miguel y Fer juegan como niños y actúan como adultos. Sus inquietudes son puestas sobre el escenario de manera cruda y llena de preguntas, las suyas. Y durante hora y poco, también nuestras. Este equipo conjuga el arte circense y sus mayores preocupaciones en torno al éxito, los premios y la fama de una manera detallista y luminosa. No es casualidad que la mayoría de sus escenas comiencen desde lo íntimo y personal y viajen hacia lo colectivo y se vayan agrandando y cogiendo fuerza entre compañeros. Sus malabares, su magia y la música en directo logran emocionar y trasladarnos la idea de que estamos ante algo más que un espectáculo de circo; nos estamos escapando de allí y viajamos hacia nuestros interiores y pensamientos para cuestionarnos y, por qué no, ¡celebrarnos!
Una de las cosas que más me gusta del circo en general es el espacio para el fallo. ¿Os habéis fijado que, a diferencia del teatro más convencional, el error es parte de la pieza? ¿Cuántas veces vemos fallar a un artista en la pista y aplaudimos para darle ánimo y para que lo vuelva a intentar? Esto a mí, me apasiona. Pues precisamente de esto va la escena final de este show. De estar ahí, sea como sea, recogiendo esa pelota que se cae, riendo por el precioso momento, olvidando un problema, festejando el trabajo en equipo o deseando el silencio. Enseguida llegará el aplauso.