Sin haber leído antes una sinopsis, fui al ensayo general de una obra que pensaba estaría ambientada en una fiesta mexicana…nada más lejos de la realidad. El término “mariachi” también se utiliza para denominar a “un hombre de paja que se usa para crear una SICAV, una vía de inversión colectiva con la que se puede tributar menos.” Sentado en mi butaca, después de leer esto pensé: “Ay, madre, con lo poco que me va la política”. Bueno, pues salí con una sonrisa en los labios y con la satisfacción de haber pasado una fugaz hora y media.
Cuatro maravillosos y camaleónicos actores, a cada cual mejor, nos llevan de la mano por un camino en el que vamos conociendo qué pasa por la cabeza de un político amigo de lo ajeno, qué le llevó a hacer lo que hizo y cómo se responsabiliza de ello (sí, hay políticos que se responsabilizan aunque suene a ciencia-ficción…). Junto a nuestro político, tres variopintos primos hermanos residentes en un pueblo manchego ponen el contrapunto cómico a una situación trágica.
El autor y director de la obra, Pablo Remón, comentó en la presentación que esta pieza era una tragicomedia en que no le quedaba claro qué proporciones tenía de cada. Yo sí tengo clara mi opinión: ojalá todas las tragedias fueran así.