Hay maneras y maneras de explicar una historia. El reto es hacerlo de una manera diferente a la de siempre, captar la atención al público y con una actuación que sea memorable. Esto es lo que hace «Paraíso perdido» dirigida por Andrés Lima, y más tratándose de la trama más explicada de toda la historia de la humanidad. Aquella historia en la que ya sabes el final. Aquella historia que el texto de «La estrella de Nazaret» ya explica, como otros muchos textos. Pero «Paraíso perdido» cautiva y emociona, tanto sentimental como audiovisualmente.
Ver como el teatro evoluciona y va un paso más allá de la representación clásica de un texto puede llevar a una parte del público a sentirlo lejos, pero es ley de vida y se tiene que reinventar. La producción de «Paraíso perdido» está, solo, un escalón por debajo de cualquier producto audiovisual que podemos consumir. El conjunto de la propuesta tiene todos los elementos necesarios para considerarla una obra multidisciplinar. La obra está marcada principalmente por la importancia de un texto fiel al original, pero adaptado a los días que vivimos. Monólogos y monólogos entrelazados entre sí que se convierten en diálogos de respuestas largas (a veces rellenos de redundancia) y hacen que el público navegue sin rumbo sobre la abundancia de las palabras.
«Paraíso perdido» habla sobre el bien y el mal, sobre la capacidad de fallar y la provocación. En definitiva, un análisis de la humanidad entera autocompadeciéndose de su autodestrucción. Una propuesta con un gran equipo de profesionales, pero con especial mención a Beatriz San Juan por la creación de una la escenografía tan acertada y que hace sentir al público que forma parte del encuentro entre los dos mundos siempre disputados.