Lili, uno de los personajes más tiernos de Marta Carrasco, aparece en escena justo al principio, con una sonrisa en los labios y el Both SidesNow, de Joni Mitchell, de música de fondo. Empieza a subir por platea, repartiendo caricias, abrazos y besos. A pesar de sus limitaciones físicas y sus deformidades es un personaje que contagia alegría, con una ternura que sale de muy adentro, ya no del personaje sino del artista. Y así, con este momento de pura magia y con el público en el bolsillo empieza Perra de nadie, un espectáculo que es compendio, resumen y legado, todo a la vez.
Cómo en otros espectáculos de la bailarina y coreógrafa, los números se suceden sin un vínculo argumental o temático, sino más bien por un vínculo estético o por sensaciones e impulsos. En este caso, también hay un muestrario de personajes femeninos que tienen en común su valor para luchar contra la opresión y las injusticias. Así, Carrasco se pone en la piel de mujeres a las que un corsé, un vestido estrecho, una venda en el rostro o una tela no son suficientes para tenerlas sometidas o calladas. Son personajes que se rebelan, que no se conforman, que no son ni quieren ser perras de nadie. En definitiva, un espectáculo que quizás no tendrá el nivel técnico de otros pero que emociona y convence… cómo siempre.