Polvo de diamantes es una obra inspirada (o basada) en hechos reales: una aparente agresión homofóbica, que llenó portadas de periódicos y noticiarios y levantó innumerables manifestaciones de protesta por todo el país, pero que finalmente se demostró una acusación falsa. A partir de estos hechos, Pau Coya crea un texto que trata de meterse en la mente del denunciante para dilucidar qué circunstancias pudieron llevarle a actuar de ese modo. Es un texto sutil, que pisa con mucha delicadeza terrenos difíciles sin caer nunca ni en el victimismo ni en el trazo grueso. Pero el texto trasciende la anécdota particular y lleva a los espectadores hacia un territorio más universal: la fragilidad del amor y las relaciones humanas, la delgada frontera entre la víctima y el victimario, la impunidad de los juicios públicos sin tener en cuenta a las personas, la facilidad para la agresión gratuita.
Producida por Apunta Teatre, la dirección ha corrido a cargo de Nelson Valente, quien ha hecho una propuesta escénicamente minimalista muy adecuada para contar esta historia llena de aristas. Los dos actores que la interpretan realizan un trabajo soberbio: Albert Salazar construye un personaje con todos los matices que requiere el protagonista, a veces tierno, a veces duro, siempre vulnerable o por la realidad exterior o por la propia falsedad; en torno a él pivota Dafnis Balduz dando vida (no es metáfora) a un sinfín de personajes que entran en contacto con el protagonista: periodistas, médicos, amantes, agresores, el autor del texto… Y ambos son capaces de generar ese vértigo de una historia especial, de tantas historias…
Tras un exitoso periplo por Cataluña y en catalán, la obra se representó por primera vez en castellano en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares, a cuyos programadores hay que agradecerles que de nuevo ofrezcan un espectáculo tan excelente como este que aquí comentamos. Una obra dura, sí, pero reparadora y sanadora.