El reestreno de Prostitución, de Andrés Lima, en el siempre acogedor Teatro Español, constituye un retrato documental controvertido, eso sí muy eficaz, de lo que viven en las calles del mundo las mujeres que se dedican al que, algunos dicen, es el trabajo más antiguo de la historia de la humanidad. Tema complejo, para muchos desconocido pero, sobre todo, plagado de prejuicios y afirmaciones. Resulta que detrás de todas esas conclusiones prescritas por un entorno duro y rígido, están la falta de opciones, las condiciones laborales infames, experiencias traumáticas o una perspectiva estrecha de una decisión mal tomada. Las tres colosas sobre el escenario, –Carmen Machi, Nathalie Poza y Carolina Yuste-, ponen risa, cotidianidad, drama y profundidad al texto que combina con estadística, textos de Virginie Despentes o Amelia Tiganus, y testimonios reales de prostitutas. Información recopilada en un trabajo arduo y exhaustivo de documentación desarrollado a lo largo de un año. La escena, no obstante, y a pesar de contar con interpretaciones desmedidas, texto impactante, una escenografía que acompaña, no es lapidaria con la prostitución, ni clasista, ni siquiera cae en el discurso facilón o condescendiente. Por el contrario, esta obra logra encontrar un equilibrio casi incómodo, que alterna encierro con escenas más humanas, comicidad del día a día en la esquina con situaciones límite que llevaron a las mujeres a un camino sin retorno. Al final, el teatro estalla, y nosotros con él, y se van por dónde han venido porque, como bien dicen ellas: “La vida sigue… ¿no?”.
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