Pues tercera obra sobre Raffaella que veo en un año. Está claro que no soy el único a quien su figura evoca una sonrisa y ganas de disfrutar. Pues a la tercera, fue la vencida.
Este Raffaella, el musical ha ido a lo fácil, que a veces es lo mejor: contar (parte de) su vida, los inicios y la llegada a la fama, con sus canciones, metidas con algo de calzador, claro, como casi todos los jukebox musical. No siempre (de hecho, casi nunca) funciona lo de crear una nueva historia a partir de letras (Mamma mia y poco más).
Y el acierto aquí es notable. El musical, además de las canciones que siguen haciendo bailar y sonreír incluso a quienes no la vieron en su momento, evoca y da a conocer su alma, su atrevimiento, su fuerza. Vemos lo que ya se intuía, que además de generar cercanía, simpatía, diversión, era un torbellino muy interesante.
Conocemos aspectos nuevos de su vida, la importancia de su madre, su fuerza, la incomprensión, su corazón, la independencia a cualquier precio, su rebeldía y valentía… Así que si, Raffaella sigue presente y su legado va más allá de cantar Fiesta en una celebración; su presencia en cualquier video nostálgico nos recuerda su papel rompedor.
Hay luz, color, buena ambientación 70’s, (las coreos, eso sí, me parecieron algo por debajo de las que veíamos en televisión). Suenan todas las canciones conocidas y alguna que menos, como Ma che música maestro que tuvieron mucha importancia en su trayectoria.
Además, aquí el vestuario de Raffaella es bastante parecido al que usaba ella, algo básico en una obra que tanto apela a la memoria colectiva.
Lo menos bueno: las pelucas, mal que se está convirtiendo en crónico en la mayoría de musicales actuales. Y que no abarque más años de su biografía (giras, la larga etapa como presentadora…) ¡Queríamos más Raffaella!
Lo mejor: Lorena Santiago se mimetiza, empezando por la imagen, con Raffaella, pero además nos transmite lo que percibíamos en ella, dulzura y valentía, desparpajo y corazón. Lástima que, a veces, su voz quede en segundo plano en los números corales de más fuerza.
En resumen: alegría que entra por los ojos y oídos, las canciones de nuestras vidas, pero más que un ejercicio puramente nostálgico. Mas que un concierto tributo, al que seguro volveré.