Nacho Guerreros y Raquel Pérez se enfrentan a dos personajes con grandes vacíos emocionales que intentan lidiar, día a día, con sus demonios. Ambos intérpretes demuestran sus tablas sobre el escenario, actuando con gran concentración, escucha y una química entre ellos desbordante.
El texto, de Ignasi Vidal, consigue que el espectador se adentre en la historia y necesite saber más, administrando con mucha inteligencia los detalles de la trama que van saliendo a la luz. La escenografía es muy vistosa y la puesta en escena juega con el simbolismo y la imaginación del público.
La pieza reflexiona sobre el amor de pareja, las apariencias, la fama y todo aquello de nuestra vida que ocultamos o tapamos. También sobre los motivos erróneos por los que muchas personas deciden ser madres o padres. El giro dramático que propone la historia dejará boquiabierto a más de uno, provocando que salga del teatro reflexionando sobre todo lo que ha visto y planteándose qué puede llegar a ocurrir en la vida del ser humano cuando no hay amor.