Si hay algo que caracteriza cierto teatro de Shakespeare, más aún en este texto que hoy nos ocupa, es la sencillez de su humor. Un humor que lleva traspasando fronteras y siglos para seguir deleitándonos con su palabra. Son muchas versiones, adaptaciones e invenciones basadas en este clásico que se han podido ver, pero escasas en formato musical. En esta ocasión, Alice Penn y Emilio Giménez Zapiola deciden aligerar el contenido y convertirlo en una especie de producto Disney, donde los personajes están caricaturizados y repletos de golpes de efecto. Este musical se convierte en el perfecto reclamo para familias y espectadores en busca de diversión sin complicaciones. Recursos como el teatro dentro del teatro, referencias a las actualidad, chistes, músicas, movimientos y gestos empujan este navío hacia orillas de ocio ligero que funciona a tenor de las risas, aplausos y entusiasmo en general. El deseo, la pansexualidad, los amores no correspondidos, los celos y cualquier otro tema que en el original son tratados como estudio del ser humano aquí se banalizan para convertirse en estancia de paso entre números musicales. Y éste es su fuerte, canciones y coreografías para afianzar … Continuar leyendo en TRAGYCOM.
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